martes, 18 de febrero de 2014

Maternidad y excelencia gastronómica, o el principio de...

A #lamadrequemepario le sale “to” mejor…
Y esta es una frase, a la que todos nos hemos tenido que enfrentar alguna vez, y no, no ha hecho falta que fuésemos pareja, o novios, o nada que implicase un nivel bíblico de relación, para haber tenido que poner cara de póker tras escucharla…
Invitas a tus amigos a comer a casa, y siempre hay alguna madre que cocina mejor el arroz caldoso que tú…
Les das a probar el nuevo invento con níscalos a tus compañeros de trabajo, y siempre hay alguna madre que los níscalos, no sólo los prepara mejor que tú, sino que los deja más lustrosos y con un naranja más vivo...
Las madres, al margen de sus orígenes, preparación, aficiones u oficios, siempre, antes de terminar el doctorado en sacarte de tus casillas, han aprobado con nota y sin el más mínimo esfuerzo un par de masters del Cordon Bleu.

No obstante, y si bien y así de primeras, no he querido emplear un lenguaje sexista , al menos desde mi experiencia, esto es algo que casi en el 95% de las ocasiones, te sueltan los hombres.
Mi madre mezcla mejor el Nesquick que tú, mi madre le echa al caldo el pollo entero hasta con plumas, mi madre se carga el cochinillo a “bocaos” y lo asa como nadie, los pescados que cocina mi madre jamás tienen espinas, pues mi madre cuece los macarrones con el poder de la mente, pues mi madre usa bicarbonato en vez de levadura y los bizcochos le quedan suaves y esponjosos... ¡¡CANSINOS!!
Pero no, y sirva esto como defensa para estos “pobrecicos” nuestros, ellos no tienen la culpa de nada, que no, que la culpa de todo, y máxime de este nivel de odiosa y gastronómica comparación, la tienen ellas, que es ver asomar a esa pequeña entidad masculina de sus internas entrañas, y de repente, entrarles unas ganas terribles de arrebatarle el cetro a Chicote, y de terminar con cualquier pretensión gastromómica que desee llevar a cabo el resto de la humanidad a favor de su o sus vástagos.
Una madre con su hijo varón recién nacido entre los brazos, y tras pensar que menos mal que ha salido “toito” a su familia y no a la panda de feos de la de su marido, ya está planificando como convertirse en la única cocinera respetada por la criatura, y podrá llegar hasta planificar como deshacerse de todo aquel, aquella, restaurante o bar de menús, que pueda llegar a interponerse entre su pequeño y sus deliciosos macarrones con chorizo, que ya ves tú... y es que parece una tontería, pero que equivocado estaba Freud al vincular el complejo de Edipo con las pulsiones sexuales, cuando en realidad el origen del trauma reside ni más ni menos que en la pulsión maternogastronómica...


*Relación entre complejo de Electra y compulsión por el fondant en sucesivos Posts.
-¡¡Cuqui!! ¿Qué te parece si el domingo hago paella?
-Espera que llamo a mi madre y que te diga cómo la prepara ella…
Y al primero que te lo suelta, le mandas a la porra, y al segundo, le metes una colleja, con el tercero intentas razonar, y ya a partir del cuarto cuqui que te pasa con su madre para que te explique cómo conseguir que no se te pase el arroz, le ahorras el esfuerzo y la llamas tú antes incluso de decidir si vas a quedar con su niño para una segunda cita…
-Buenas tardes señora, usted no me conoce, pero ayer fui con su hijo por primera vez al cine, tampoco es que tenga un especial interés en él, no al menos de momento, pero para ahorrarnos disgustos, usted la paella, de carne, de pescado o mixta…
Se que las mujeres madres, son mayoría, y se del terrible riesgo que implica el posicionarme en su contra, pero por favor, madres del mundo, no me malinterpretéis, es que “una” que no lo es (madre, se entiende…) termina cansadita de no saber preparar ni tan siquiera un puñetero huevo frito como Dios manda.
Madres del mundo, recordad…
Todas, y antes de que la maternidad despertase en vosotras ese instinto asesino criminal en contra de toda fémina con pretensiones culinarias, habéis sido hermanas, amigas, novias, primas, sobrinas y vecinas, habéis sido compañeras de trabajo y de estudios y… ¿es que acaso no recordáis la mala leche que os entraba cuando vuestros chicos no eran capaces de decir nada bonito acerca de vuestras tortillas de patatas porque las de sus madres hasta puntillas tenían?
Recordad, recordad la pena que os entraba, cuando después de haber preparado con tantísimo cariño ese primer arroz con leche de novios, el “cuqui” en cuestión os comentaba que su madre, además de la pielecita del limón, le echaba la de la naranja…
Pero no, lo vuestro es una causa perdida, y salvo honrosas excepciones, no creo que podáis alcanzar a comprobar la magnitud de los daños y de la destrucción que vais sembrando a vuestro alrededor, no al menos hasta ese momento, en el que la justicia cósmica se tome la revancha, y sean vuestros propios nietos, los que os hagan ascos a los macarrones, porque los de sus mamás no sólo están más ricos, sino que están libres de gluten, lactosa, azúcar y derivados de la soja y/o cacahuetes...
En serio, reflexionad al respecto, porque y aunque se que de primeras esto puede parecer una sinrazón sacada de madre (...) se empieza a sí, y se termina con una catástrofe de magnitudes bíblicas, en la que todas las mujeres no madres del mundo, deciden tomar cartas en el asunto, montar un take away regentado por rubias con poderosas razones, y a ver en ese momento, dónde acabáis todas vosotras con vuestros tuppers de macarrones...

Pues eso, que sin más, que tenía que sacarme esta reflexión de mis internas entrañas, porque es algo a lo que desde que me he metido a cocinillas y a aprendiz de repostera, me tengo que enfrentar casi a diario, y no, no estoy dispuesta a tirar la toalla por obra y gracia de las habilidades de cualquier madre, porque además, para madre cocinera sin parangón, LA MÍA.

Elena U. Moreno (experta en al menos, y porque la experiencia es un grado, freír puñetas mejor que nadie)

3 comentarios:

  1. No sabes la de veces que lo he oído. La semana pasada ni más ni menos, muy orgullosa con el primer brownie que acababa de hacer, ya me tuvo que hacer una amiga el comentario "Está muy bueno, pero mi madre hace uno que es el mejor que he probado, te paso la receta si quieres". Y no es la primera vez ni será la última... No queda más que tomárselo con humor!
    Yo ya la próxima vez que me suceda me acordaré de este post, jeje. Un beso!

    Una física en la cocina

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    1. Al final vamos a tener que tomar cartas en el asunto...
      Un abrazo.

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  2. Seguramente esa frase te la inculcan las madres desde el primer momento que saben que están embarazadas,lo repiten durante los nueve meses de gestación y lo siguen haciendo en secreto hasta que empiezas a hablar,ya de mayor esta frase te sale sola,la tenemos inculcada desde pequeños,esto no está demostrado científicamente.
    Un saludo!!!

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